domingo, diciembre 12, 2004

Mi Lolita

Muerte en Carchasel


Ahora, Lolita había partido, y yo me había quedado allí, allí sentado en las escaleras crujientes del porche. Mis viejos pantalones; mis zapatos, desgastados, torpes. Mi camisa limpia, inmaculada. Miraba a mi alrededor; había lo de siempre. Un jardín dorado, una piscina azul, un magnolio y unas matas de lilas. Los zumbidos, el canto estridente de los pájaros. El olor a verano. Aquí y allá, pedacitos de luz desparramados por el césped. Me levanté lentamente y fui hasta la piscina. Una superfície líquida, intrigante. Nadie la había limpiado desde que Lolita se marchó. Estaba cubierta de hojas muertas y de insectos flotantes. Rocé, con la punta de mis dedos, aquél agua podrida. No estaba fría, y tenía una textura espesa y viscosa. Rodeé aquella piscina muerta, y volví a la casa. Como siempre, al traspasar el umbral me golpeó una oleada de frío. Recorrí toda la estancia con la mirada, muy lentamente, demorándome en todos los rincones que un día habían tenido algún significado para mí. La habitación estaba llena de ecos silenciosos, de pequeñas voces olvidadas. Pude oír a Elora lamentarse. Pude oírla reprendiendo a Lolita. Pude oír el clac-clac-clac de las sandalias de charol. Casi palpé el pelo marchito de Elora. Casi toqué las uñas rojas de Lolita. Había una cocacola escondida tras un ramo de flores secas. Hacía tiempo que Lolita la había dejado allí, mucho antes de marcharse, y ahora el líquido había perdido todo su sabor. ¡Aquél día lejano que ella, con su manita, sostenía aquella cocacola, mientras él –¡su héroe!- le pintaba las uñas! Pero en aquél instante, todas las cosas parecían haber perdido su esencia. Se mantenían, silenciosas, en un plácido letargo. Una fina capa de polvo se había posado sobre ellas. La casa olía a vacío. Era un vacío frío y triste, insonoro. Solamente se podían distinguir unas pequeñas voces, muy lejanas, y se podían vislumbrar algunas formas, sinuosas, fantasmagóricas. Atisbos, sombras.

Vi a Elora hablarme en secreto de las travesuras de Lolita. Me vi a mi mismo sonreír para mis adentros. ¿Es cierto eso? Tendré que castigarla, pero no mucho; en el fondo es buena chica. Elora había asentido -una esposa obediente- y había dicho que yo era el mejor hombre del mundo. Tu, Hombre Deseado, eres una gran persona, y el más gentil de los caballeros.

Allí, al lado del televisor, había una revista que Elora había hojeado hacía escasamente una hora. La recogí con una sola mano, la sostuve un momento, la tiré encima del sofá. Futilidad. El sonido llenó la habitación de un vacío aún más profundo. Un vacío sonoro.
Fatídico

Suspiré hondamente, recogí mis cuatro cosas, que había dejado en la cocina, y me marché. La luz cegó mis ojos ingleses. Oh, qué débil, qué azules son tus ojos transparentes. Qué encantadora mirada tienes, Hombre Deseado. Qué ojos tan bonitos y azules. Qué azules, qué azules. Cerré los párpados bruscamente, y al hacerlo tuve una terrible visión. ¡Ese cuarto con esa solitaria cama! ¡Ese espejo engañoso! ¡Ese cuerpo sangrante tirado sobre esa cama y reflejado en ese espejo! Había sangre. Rojo. Sangre pulsante. La sangre de mi locura, de mi obsesión, de mi ofuscación fatídica. Pobre Elora, pobre Elora...

Abrí los párpados; vi a aquella pareja de enamorados conversar felices mientras se columpiaban en aquella mecedora. ¿Hablábamos del tiempo? Oh, Elora, tu hija Lolita es tan guapa e inteligente. ¡Está muy avanzada para su edad! Noo, es una niña normal... ¿sabe? Le he enseñado todo cuanto sabe. Su padre nunca la quiso. Todo lo hice yo. Pero usted... tu... Eres maravilloso. Atento. Tierno.
Una fugaz visión, que se retorció y se alejó aleteando, con pálidos destellos rojizos a su alrededor. Mi amor...

Me cubrí los ojos con la mano, y bajé las escaleras aquellas que crujían. ¡Es tan cuidadoso! ¡Tiene las manos tan fuertes y hermosas! ¡Son perfectas! Me las acariciaba, excitada. Sus manos, en cambio, eran sucias y grasientas. Sus uñas, carcomidas, pintadas con un esmalte rosa desagradable y resinoso.

Nunca correspondí a aquél amor. Elora me llenaba de besos, de rosas, de opio y vino. Pero yo nunca la quise. Era mezquina y egoísta. Solamente pensaba en ella misma. Le tenía una profunda aversión a todo lo bello, y, más que a nada, a Lolita. La odiaba en secreto. En realidad, ansiaba deshacerse de ella. Quería deshacerse de ella, quería alejarla de mi lado. Todo lo que ha sucedido era inevitable. Formaba parte de una cadena de acontecimientos lógica.

Bajé las escaleras; el chirrido de la mecedora, corroída por la lluvia y azotada por el viento. Es usted maravilloso. El hombre perfecto.

Qué calor tan agobiante. Qué sensación más opresiva. Descendí por aquél camino de tierra batida apresuradamente.. ¡una última mirada atrás! El magnolio había perdido todas sus flores blancas. Todas esas magnolias formaban parte ahora de una alfombra de hojas crujientes y doradas, esparcidas alrededor del árbol. Aparté la verja de un manotazo y me despedí del jardín con una sola lágrima, que resbaló, silenciosa y solitaria. Me detuve en medio del camino. Los guijarros se me pegaban a los zapatos. Me giré, presa del pánico. ¡El aire estaba enrarecido! ¡Olía a muerte! Vi sus ojos luminosos. ¡Su última expresión, deformada por el miedo! ¡Terror! ¡Terror! Qué agonía, que sufrimiento. La había matado... Había matado aquella casa, aquél jardín. Y ahora ¡el aire olía a muerte! Todo te delata, asesino. Todas las cosas están marchitas, y ya las cubre una capa fina de polvo gris.

Corrí hasta el coche. Me calmé un poco. Me pasé un pañuelo por la frente. Qué dolor. Tengo miedo. Estoy asustado. No obstante... Lo he hecho por ella.
Cerré los párpados

Su pie solitario, nevado, cándido. Sus uñas pequeñas, flores de fuego y pasión. Tu corazón, mi corazón... lleno de rosas.

Abrí los párpados, húmedos e insensibles
Muerte en Carchasel.

Febrero del 1998


Sexto capítulo de Mi Lolita, un trabajo del cole que pretendía aunar dos historias. En mi caso, la Caperucita Roja y Lolita.

4 Comments:

Blogger Hugo C. said...

Esto...
Humbert Humbert es el lobo?
Se a comido a caperulolita?
Elora es la madre o la abuela?

12 de diciembre de 2004, 22:35  
Blogger May said...

para saberlo hay que leerse todo el relato, pero te lo diré... El lobo son todos; en determinadas circunstancias todo el mundo puede ser malo, ¿no? Y la caperucita es principalmente Lolita, aunque los demás tb son engañados en cierto momento. La abuela, en cierto momento, es la víctima, o sea, Elora. Aunque todos somos víctimas algún día. Todos tenemos nuestros momentos de mala suerte, si es que crees en eso.

13 de diciembre de 2004, 8:26  
Blogger May said...

y no, no se come a caperulolita, yo más bien diría lo contrario...

13 de diciembre de 2004, 8:27  
Blogger jonjonfar said...

ains... hoy no estoy muy por la labor... ya lo leere despues...

13 de diciembre de 2004, 10:11  

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